jueves, 1 de noviembre de 2007

Esquirlas

Sus ojos ameritaban mi lamento.
Reconocer que hoy fue la despedida es darme muerte;
ser víctima y verdugo de la tristeza que ya no conmueve
si no me abrazan brazos de niños
con miradas de cielo esperando renacer.

Velaron por mis sueños despertando luces tibias
y lluvia y gris y amor,
en días que acarician disfrazándose en papel,
colores y la entrega de una parte de su alma.

No quiero luz ni sol ni quiero calma
tan sólo sus deditos entre los míos
y quiero al sol salir en su aposento,
que crezca como crece mi lamento,
que no remonte siempre hacia el felino.

Niego la verdad, aunque sea cierto
amalgamados en prosa surgen destellos
que se contentan siempre sin la cumbre
que pueden ver la luz donde no alumbre
que viven siempre en mí, pero son ellos
la luz, el cielo eterno, los destellos
sonrisas ulteriores que se funden
pasiones sin banderas, lugares comunes
y enseñan lo que se cree aprendido
medianamente envejecido el tiempo, se expresa el olvido
y uno renace en sus rostros. Y he perecido.

1 comentario:

tibu dijo...

es muy bello lo q escribiste!