miércoles, 5 de septiembre de 2007

Descripción

Entre recuerdos y tristeza
yacía tu cuerpo desnudo, amalgamado.
Destellos de tu alma enceguecida;
se legitima abolida, la noche de poetas.

Y en tan lejano derredor, que no me tienta
extiendo mi mano acobardada, que no transpira,
tus ojos trasmutan sueños medievales, entretejidos
con natural argucia y polisémicos.

El cielo está escondido en las afueras
no sé bien si es verano, o es primavera…
no importa ya tu rostro, es mezquino,
y tiendo hacia el dolor… o a lo divino?
No quiero estar aquí, ya me molesta.

Siempre

Diría, quizás, libertinaje y tiranía,
poder ruborizado que no sentencia,
que sutilmente convierte en vuelos amargos
la despreciable necesidad de tu presencia.

Y tiendo a lo natural. Y a lo esculpido.
Pero no quiero el brillo ni las sombras,
y no quiero el color de lo que nombras;
extravagante, hostil, empedernido.

Guío mis pasos a la distancia
donde hay quietud, y hay río, y alabanza
y pesa tanto el cielo como el nombre
de aquella estupidez, llamada hombre
que me conduce siempre a la sequía.
La soledad de hoy, y la de entonces,
la soledad de siempre; hegemonía.