qué pena haber perdido el hábito de escribir las ganas lo dicho las tardes frente a tu casa los domingos de llanto los ojos encendidos al mirarte
qué pena haber perdido los días
pensando en un mañana
que nunca llegó
qué pena repetir
y repetir
y repetir
la sagrada soledad
qué pena ya no estar triste
ni feliz
ni excitada
ni ubicua
ni distraída
qué pena que todos los días, el día
pero ninguna noche, La noche